martes, enero 24

Indiferencia es tu látigo (2. Rosa)


      Juan, ya sabes bien cómo fue esa etapa de tu vida: absorbido profundamente por un deseo incontrolado que encontrabas con Valeria y conviviendo con Rosa. Esta situación, en realidad, te proporcionaba una cierta satisfacción varonil, aunque rompía tus tradicionales dogmas sobre la sinceridad y la honestidad, de los que tantas veces habías hecho gala.




      Durante un cierto tiempo, mantenías esta doble vida. Tú mismo comenzaste a tener unos problemas de conciencia, ya no eras la persona transparente que siempre habías creído ser. Era otoño ¿lo recuerdas? habías pensado hablar con Rosa y mantener una larga conversación con ella, pero nunca lo hiciste, ella era mucho para ti. Desde hacía mucho tiempo,  en los momentos difíciles, cual náufrago desorientado habías encontrado el islote con la palmerita que era Rosa, tu salvación, tu consejera, tu refugio.

        Rosa seguramente era bastante consciente de todos los cambios que tú experimentabas, se limitaba a contemplarte curiosa y comprensiva. Comenzó por aquel tiempo con problemas serios de salud, se cansaba bastante y con mucha facilidad se quedaba dormida cuando llegabas, tarde. Además, su hija comenzó a desarrollar una creciente rebeldía postadolescente, que hería aún más su estado de salud. Tú preferías mantenerte al margen, mirar para otro lado.

     Por aquellos días, Valeria tenía que ir a una ciudad próxima, por motivos laborales. Organizaste todo para acompañarla, pediste unos días en tu trabajo; a Rosa le mentiste con visitar a un antiguo amigo, le pareció bien pero su salud no dejaba de caer... Fue un viaje lleno de emociones,  otra ciudad, convivir días completos con Valeria; te sorprendió su sentido común, su simpatía, su inteligencia.





     El regreso, sin embargo, fue triste. Al despediros en la estación te confesó que vuestra relación empezaba a resultarle dolorosa, me siento sola muy sola, en ciertos momentos necesito estar a tu lado y nunca te encuentro. Además Rosa había empeorado bastante, todo parecía ponerse en tu contra.

       Poco tiempo más continuo la situación, un día de regreso del trabajo´Valeria te confesó con mucha educación que no quería continuar, todo estaba acabado. Tú pensaste que era algo temporal, os veíais en el autobús sin mediar palabra, te querías mostrar fuerte, altivo; lo cierto es que su indiferencia te empezó a resultar dañina, te vencía. Rosa, además empeoraba, os sentabais en el sofá, ahora que llegabas antes, y no decía nada se quedaba dormida. Su hija se trasladó a vivir con su padre biológico; al menos, pensaste, te quitabas un peso de encima.

     Desesperado, un día te sentaste junto a Valeria para saber cómo le iba. Te informó que en breve se marchaba porque su empresa la trasladaban, fue un torrente frío que te cubría. Además ella no mostraba el mismo interés sobre ti, su indiferencia te exasperaba, te dolía con profundidad. Sus ojos no te buscaban con la mezcla de curiosidad y deseo que tantas veces habías notado, en otro tiempo. Días después, ya no subía en el autobús, sentías dolor. Querías ver sus ojos con mujeres con las que te cruzabas por la calle, en otras que aparecían en la tele, en cuadros, en sueños,... Pasó el tiempo, mucho tiempo.

     Tu vida volvió a la rutina de antes. Trabajo, autobús, casa, Rosa. El tiempo no te dejaba un momento para reflexionar. Rosa empeoraba, ya apenas hablaba, solo dormía, o eso te parecía. Un día, estaba en el sofá, te dio la mano, durante un tiempo te observó atentamente,  sus rasgos de mujer madura y enferma te resultaban bellos; pensabas que te quería decir algo, cerró los ojos, nunca más los abriría. Te sentiste solo y perdido. Saliste a la calle, llovía. Los faros de los vehículos iluminaban intermitentemente a un hombre mojado y triste. La lluvia te recordó el día en que conociste a Valeria ¿lo recuerdas Juan? la misma lluvia el mismo olor de la tierra mojada. Llevabas ya años sin saber nada de Valeria, su recuerdo te escocía en tu interior. Llovía más. Empezaste a tener claro algo, tenías que encontrar a Valeria, donde estuviese. Tenías que registrar El Mundo.

    
 
                                                                             

                                                                                 Continuación

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