
Esta palabra del titular es para determinar esa extendida costumbre de celebrar con mucho brío las victorias, pero trastocar ese entusiasmo en las derrotas, y encima achacarlas a los que te rodean. Es también, la incapacidad de saber reconocer las grandes
meteduras de pata. Con todo esto, me he acordado del funesto entrenador, que durante algún tiempo pasó por mi país, recuerdo sus celebraciones histrónicas en ocasiones y sus enfados descomunales repartiendo estopa con sus subordinados, cuando tocaba lo de las
vacas flacas. Poca capacidad para reconocer los errores propios.