En estos pensamientos, recorriendo con la memoria una de esas estaciones, me ha venido a la mente el recuerdo juvenil de un cantautor, ya fallecido. No lo había oído nunca, ni siquiera tenía conocimiento de alguna de sus canciones. Inserto yo en esos grupos juveniles, llamados pandillas, que son el primer escalafón que te aleja de la tutela paternal y familiar. Un amigo no dejaba de tararear una de sus canciones. Aludía a una chica peculiar, seguramente una de las que pululaban en nuestra mente y tenía un insinuante y estimado:
Cuerpo de ola (canción):
Tienes ya veinte años,
cuerpo de ola,
y tu padre no quiere que salgas sola.
Tienes sal en los ojos,
sed en tu vientre,
caracolas de sombra y trigo caliente.
Era Hilario Camacho, en aquellos momentos de efervescencia juvenil, su voz cálida nos recordaba esas pasiones que ululaban a nuestro alrededor. Desde entonces comencé a seguir a este autor que proclamaba sin dudar su inigualable:
Tristeza de amor (canción). Melodía de esas que marca a un colectivo de personas que comparten un tiempo...
Tristeza de amor
un juego cruel
jugando a ganar
has vuelto a perder
Y recuerdo la ocasión en que pude escucharlo en directo. Ya con cierta edad, ambos. Pequeño local, ambiente acogedor, comunicación cercana y directa. Recuerdo sus palabras, la proximidad de sus gestos... y especialmente una canción. Una de esa que parecen subirse al tren contigo, para acompañarte en tu viaje, a tu lado. Compañera fiel y tierna que siempre tienes ahí..., recordándote que ese invierno tan denostado por poetas tiene igualmente su sol, su vida, sus sentimientos, su propia energía... era:
Sol del invierno (canción).
Y es que sigo enamorado de la luz
que se enciende en mi corazón cuando estás tú
ilumina mis sentidos
da calor a la tristeza
sol en invierno eres tú
sol en invierno eres tú
sol en invierno eres tú
Sol del invierno
Fotos realizada en el Poniente granadino en febrero de 2014 |
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