Era una época de tardes. Se quedaba para una charla con alguien que te llevaba a su habitación. Allí junto al tocadiscos, los elepés que te los enseñaba como un tesoro. Extraño altar profano. En las paredes aquellos pósteres con mensajes directos, repletos de poemas. Normalmente todo en blanco, gris y negro, que hacían juego con el mundo que palpitaba en la calle.
