"Cuando descubres las palabras de Teresa, encuentras en su seno la esencia de ternura y de calor que nos lleva al horizonte de lo humano, del sentimiento, de la confianza. Nos ayuda a encontrar esa vertiente positiva que poseemos, a veces muy difuminada".
Diego A. González es el autor del prólogo que da paso al poemario: Demencia de Lewy, cuyo recorrido sinuoso va desgranando versos a través de la memoria del anciano protagonista.
Un hombre que recorre la vida con valentía, mientras el mundo se empeña en poner obstáculos a su alrededor. Obstáculos que va salvando con ímpetu, siempre acompañado por la fuerza del amor. Solamente surgirá un obstáculo en el que se pierde, sin remedio. Y tiene un nombre: Demencia de Lewy.
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El punto fuerte de este poemario no sólo es el "AMOR" con mayúsculas:
"No dejes mis mañanas sin tu presencia,
También la historia y su recorrido por la tierra que vio nacer al protagonista, con una descripción poética de los lugares y oficios que ocuparon su larga vida:
"Chupiteles cuelgan de los tejados
como espadas vengadoras.
Desafían a los helados vientos
Y esa idea de la naturaleza ordenada, cuyos versos cantan la serena armonía y placidez del paisaje. Una imagen contrapuesta a la destrucción de la guerra, modificadora de proyectos de vida.
" Muertos los ojos en la espalda
cerca de la desesperanza,
suenan en la lejanía piedras
Las emociones subjetivas que subyacen en cada poema tienen una razón: averiguar el porqué -arje- de todas las vicisitudes que confluyen en la vida. Un interrogante que desemboca en el final de los días sin respuesta. O acaso esa respuesta la tiene cada ser humano en su interior.
"Y en el último instante, recordó su vida,
junto al fuego apagado y marchito.
Escuchó el ruidoso resonar de los vientos,
en la paz y el silencio de su espíritu."
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