Cuando entro en una librería lo que más me atraen son esas palabras gruesas que se superponen en las pastas, que asoman por encima de las ilustraciones. No solo me pasa con los libros, también cuando leo el periódico, elijo la lectura por el título o resumen de cada artículo. Una palabra suelta se me asemeja a un niño huérfano o una niña perdida, los adopto inmediatamente, y todo el día puedo estar cuidando o favoreciendo su destino. Así compro libros de los que no sé nada, y que luego me sorprenden totalmente.
Este es mi gran secreto. Me avergüenza bastante reconocerlo con los demás.
Yo creo que soy una persona normal y desde siempre me ha gustado leer, por lo que he leído mucho y de todo.
En mi infancia leía lo que yo llamo “Lecturas involuntarias”, como los cuentos que me regalaban, lo libros o revistas que cogía a escondidas de mi madre. Tengo que decir que ella fue una gran lectora nocturna, recuerdo la luz salir de su dormitorio a cualquier hora de la noche. De mis hermanos mayores me apropiaba a escondidas de sus revistas de coches, las que abría con interés y me llamaba la atención sus palabras, (¡que bonita era la palabra bujía!), de mi padre avistaba sus quinielas y leía el nombre de los partidos que se enfrentaban.
A él le gustaba el Real Madrid. ¡Real!... ¡Real!... darle vueltas a esa palabra me llevaba todo tiempo del camino hasta el colegio, era como un pequeño mono que me daba vueltas sobre mis hombros, se ponía de pie en mi cabeza, se ponía boca abajo desde mi oreja , ¡laer!,¡real!, ¡laer…!.
Y me cuestionaba: ¿Sería real Madrid porque allí vivía la realeza, sería que el Madrid era real de verdad y los otros eran ficción, por eso los seguía la afición… no sé…y así las palabras me bailaban rato y rato a mi alrededor, hasta que poco a poco se iban desprendiendo de mí, como si me abandonara mi propia sombra.
A veces me molestaba cruzarme con los compañeros y que me llamaran la atención, ya que para mí era como tener que dejar una gran investigación justo en el momento en que estaba a punto de descubrir lo más importante.
Será que todo ese tejemaneje de mi infancia, de mis paseos acompañada de palabras que fueron complicándose con los años, pues desde palabras como: real, fantasma, alquitrán fui adoptando otras como telescopio, inocente, sugerencia, alcahuete, contradictorio, legislación, empellón, y más tarde mis ojos se convirtieron en lupas para los títulos.
¡Cómo me gustan y cómo me disgustan los títulos!
Escojo el libro por el título, e inicio la lectura buscando el porqué del mismo, y a partir de aquí puedo sentir un montón de cosas: acuerdo, desacuerdo, ilusión, decepción, extrañeza, sorpresa… y vuelta a empezar.
Tengo una cajita virtual donde meto títulos que me gustan, no solo de libros, por ejemplo “Las horas distantes”, “La piel que habito”, “Una palabra tuya”, “El mejor de los mundos”, “La soledad de los números primos”, “Caperucita en Manhatan”, etc.
En otra cajita entran los que no me gustan como “Factoría de líderes”, “Irse de casa”, “Nuestra incierta vida normal”, “Mil soles espléndidos”, “Trilogía de Nueva York”, “Después del banquete”.
Es muy difícil esta clasificación, ya que detrás de algunos títulos que me producen urticaria, encuentro historias que me elevan más allá del placer de una simple lectura y pienso… “hay que cambiarle el título” a la novela, película, artículo…
He iniciado una cajita de transformismo titular, y por fin voy solucionando algunos desaciertos editoriales, o del autor…no sé. Por ejemplo “Historia universal de la infamia”, este título te hace esperar muchas más páginas de las que realmente tiene el libro. Ya que es una historia universal lo que presenta… Ya… alguien me podría decir es “metafórico”¡¡¡lo he oído tantas veces!!! Y a veces esta explicación me consuela, me calma. Pero otras veces no. Tengo que reconocer que debe ser muy difícil elegir un título. Es difícil ponerse en el lugar de otro y que le lleva a elegir esa combinación de palabras que en cierto modo creemos que nos resume o presenta el cuento, la historia.
Yo soy solo un lector. Un lector hipersensible a los títulos y que ante un escaparate de una librería puedo estar media hora deleitándome con los títulos. Parecido a como un goloso mira una pastelería y que piensa:
- ¡¡ Ummmm, el de chocolate…qué pinta!!
- Noooo, mejor hoy algo de crema. O... me llevo hojaldres…
Pues miro los libros de igual manera, y cuando entro he elegido ya algunos simplemente porque me ha seducido su título y otras veces por escuchar las críticas de la prensa o de mis propias amistades. Hoy pensaba en escribir un cuento, y aún no he podido, ya que mi primer paso ha sido, ¿Me gustará el título que le pondré?
Isalina.
Me encanta este relato, rebosa imaginación y mucho entusiasmo. Gracias Isalina.
ResponderEliminarMe ha recordado algunos episodios de mi infancia. Saludos a todos los amigos del Blog.
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