lunes, abril 25

Ideas sobre "Tiendas de barrio" y consumo responsable

         
    Hace pocos días conversaba con unos jóvenes sobre los cambios en los hábitos de consumo. Una de las chicas más avispada que destacaba por sus constantes propuestas, me confesaba con no poco orgullo, la satisfacción familiar porque su abuela había aprendido a comprar por INTERNET y la alegría tan grande que suponía para todos ellos este acontecimiento.


     Lo cierto es que aquello derivó en un intenso debate sobre todas estas nuevas formas de mercadeo. Otro joven opinaba que eso era un disparate:

    "Si tu abuela compra en el restaurante próximo, este se surte en la tienda de al lado, esta lo gasta en un agricultor local, … así se crea una red inmediata de riqueza que repercute en todos nosotros."

     En fin cualquier debate enriquece y todos los puntos de vista son interesantes. No olvidé lo que había leído hace unos días en un periódico nacional:



La filial europea de Amazon no pagó ni un euro de impuestos en 2021 

A pesar de ingresar 51.000 millones de euros, la rama del gigante del comercio digital en Luxemburgo declaró pérdidas, lo que le ha permitido esquivar el pago de impuestos y recibir créditos fiscales


        Quién puede olvidar, si lo ha conocido, el olor penetrante y rotundo del bacalao bien salado y colgado del techo de aquellas tiendas legendarias de ultramarinos; los huevos envueltos en media docena, en los rugosos papeles del diario atrasado; la tranquilidad mítica de la navaja recorriendo tu cara en la barbería de la esquina.








             Si saltamos a nuestra infancia, los recuerdos se llenan con esos pequeños establecimientos comerciales. Una mujer escudada en unas gafas de pasta, sin demasiada simpatía, se apresuraba a demandarnos:  
¿Qué deseamos?


        Las tardes de la infancia se nutren de recados tediosos de nuestros padres a esos santuarios del barrio: boticas, fruterías, panaderías, pescaderías, carbonerías, mercerías, estancos, bodegas, pollerías, carnicerías, chacinerías, droguerías, bisuterías... Muchas de ellas ya ni existen porque el ritmo de vida de hoy nos ha cambiado. Actualmente unas enormes superficies comerciales deshumanizadas y con un insoportable olor uniforme y reiterativo, ocupan su lugar. Lugares en los que tenemos que corretear tras unos uniformados y tediosos empleados, si queremos cualquier información.





          La actual crisis económica, en el que muchas familias subsisten en delicado equilibrio, podría animarnos a redescubrir estos establecimientos. No olvidemos que son negocios unifamiliares, la mayoría, y aliviarían las difíciles circunstancias económicas actuales.
         Y creo que nos servirían para ir recuperando esas ciudades que invitan a ser recorridas y admiradas, con más tranquilidad. Volveríamos  a recuperar la ciudad como todo un sistema de vida. No para contemplarla desde la ventanilla de un coche, con el que venimos cargados de un sinfín de embalajes absurdos de una de  esas excursiones a los centros comerciales: salir del coche a respirar un viciado aire, donde todo está organizado para el consumo, sin el menor instante para sosegarse.  Sé que muchos están pensando que es difícil todo esto cuando el tiempo nos tiene mediatizados; pero también deben pensar que nunca es tarde cuando, de verdad, queremos cambiar nuestra forma de vida y nuestros hábitos consumo.

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